No olvides quién eres
Si me preguntas por qué El Rey León es una de mis películas favoritas, no creo que tendría una razón específica.
Quizá sea porque es muy fácil encontrarse identificado con alguno de los personajes.
Simba, un joven que huye de su pasado.
Timón y Pumba, buscando una vida sin preocupaciones.
Scar, consumido por el resentimiento y la envidia.
Rafiki, el sabio que ve más allá de lo que todos ven.
Pero hay uno con el que nunca me pude identificar: Mufasa.
“Uuuuh… otra vez. Uuuh… Mufasa, Mufasa, Mufasa.”
Si eres fan del Rey León, probablemente te estés riendo conmigo. Y si no sabes de lo que hablo… bueno, una disculpa.
Hay una escena en particular que siempre me deja pensando.
Simba ha pasado años huyendo de su identidad. Cree que su historia lo descalifica. Cree que su error define quién es. Y entonces, en medio de la noche, Rafiki lo guía a un lago y ocurre este diálogo:
— ¿Quién eres?
— ¿Quién eres tú?
— Creí saberlo… pero no estoy seguro.
— Tú eres el confundido. No sabes ni quién eres. ERES EL HIJO DE MUFASA.
— ¿Conociste a mi padre?
— Corrección: conozco a tu padre.
— Él murió hace mucho tiempo…
— Está vivo… y te lo voy a mostrar.
— Mira allá abajo…
— No es mi padre… es solo mi reflejo…
— No. Ahí está. ¿Lo ves? Él vive en ti.
— Simba… me olvidaste.
— No, eso nunca…
— Olvidaste quién eres, y así me olvidaste a mí.
Olvidaste quién eres, y así me olvidaste a mí.
Que el Espíritu Santo nos guíe para ver que esto no es solo una escena de una película infantil.
Lo que creemos de Dios determina cómo vivimos
A.W. Tozer dijo una vez:
“Lo que viene a nuestra mente cuando pensamos acerca de Dios
es lo más importante acerca de nosotros mismos.”
Así que quiero preguntarte: ¿Qué piensas acerca de Dios?
¿Es un juez distante y castigador?
¿Un Dios demasiado ocupado para tus problemas?
¿Un Dios de milagros… pero solo para personas con más fe que tú?
O cuando piensas en Dios, ¿piensas en un Padre fiel, lleno de gracia y amor?
No solo lo piensas… lo sabes.
Porque has probado y visto que Él es bueno.
Henri Nouwen dijo:
“La historia que creemos es la historia que vivimos.”
Así que déjame preguntarte:
¿Cómo estás viviendo tu vida?
Si crees que Dios es un juez distante, cuando falles te alejarás.
Si crees que está demasiado ocupado, tu ansiedad nunca se convertirá en oración.
Si crees que los milagros son para otros, vivirás como espectador.
Pero si crees que Dios es Padre… hablarás con Él incluso en tu peor día.
Si crees que es fiel… recordarás que Su amor no depende de tu desempeño.
Si crees que es amor… descansarás en que ya eres amado, incluso antes de intentar “mejorar”.
La mentira que cambió la historia
Génesis 3 nos cuenta que una sola mentira bastó para torcer la imagen de Dios en nuestro interior.
Eva no solo dudó de lo que Dios había dicho.
Consideró la historia alternativa que la serpiente le ofrecía.
Y al hacerlo, Adán y Eva dudaron del carácter y del corazón de Dios.
John Mark Comer, en Live No Lies, escribe que la mentira de Génesis 3 es la mentira detrás de todas las mentiras:
Por un lado: la tentación de tomar autonomía y desconectarnos de Dios.
Por el otro: redefinir lo bueno y lo malo por nuestra propia voz y deseos, en lugar de confiar en la palabra amorosa del Padre.
Creyeron en un Dios distinto al que caminaba con ellos en el jardín.
Y al creer en un Dios diferente, perdieron también su identidad.
No es sorpresa que la serpiente más adelante sea llamada el padre de la mentira.
Incluso como hijos de Dios, vivimos en un mundo que nos forma para escuchar la voz de la serpiente y no la voz de Dios.
Nuestra cultura exalta la independencia:
“Tú eres suficiente.”
“Sigue tu corazón.”
Suena inspirador… pero repite la misma mentira del Edén:
No necesitas a Dios.
Nuestra sociedad ha reemplazado la verdad absoluta con:
“Esta es mi verdad.”
Cada quien define su propio estándar moral.
Y así, nos empezamos a definir por la voz equivocada:
Creemos que el éxito, el dinero o las relaciones nos darán identidad.
Redefinimos el pecado como “una preferencia personal”.
Confiamos más en nuestras emociones que en la Palabra de Dios.
Y cuando nuestra autonomía falla, culpamos a Dios…
y dudamos de que Él es realmente bueno.
¿Cuál es entonces el antídoto de una mentira?
La verdad.
¿Cómo sabemos qué narrativa creer?
Si la mentira fue la raíz de la caída,
la verdad es el camino de regreso al Edén.
Esa verdad tiene nombre: Jesús.
En Juan 14:9, cuando Felipe pidió ver al Padre, Jesús le respondió:
“El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.”
Jesús nos recuerda quién es Dios.
Y al hacerlo, nos recuerda quiénes somos nosotros.
El problema es que muchos ya sabemos esto.
Creemos que Jesús es la imagen del Padre.
Lo hemos recibido como Señor y Salvador.
Y sin embargo…
Si la verdad nos hace libres, ¿por qué seguimos viviendo como si no lo fuera?
Comer explica que la verdad no es solo algo que crees intelectualmente,
sino una realidad que debes practicar.
La mentira no se rompe solo con información correcta.
Se rompe con una vida alineada a la verdad.
Por eso no basta con ser cristianos de nombre.
La oración de salvación es el inicio, no el final.
Jesús no nos llamó solo a creer en Él, sino a seguirlo.
En Juan 8:31–32 dijo:
“Si ustedes permanecen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos;
y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.”
La libertad viene por permanecer.
Por caminar con Él.
Por vivir como Él vivió.
No basta con saber quién eres… tienes que tomar tu lugar
En El Rey León, Simba no solo recordó quién era.
Tuvo que volver a su reino.
Para nosotros es igual.
No basta con recordar que somos hijos.
Hay que tomar nuestro lugar en el Reino.
Seguir a Jesús no solo con palabras, sino con la vida.
Vivir como Él vivió:
en amor, en obediencia, en confianza perfecta en el Padre.
Amigo, amiga:
¿Seguiremos dejando que nos definan las mentiras, nuestras caídas, nuestras dudas, nuestra imagen rota?
¿O volveremos a tomar nuestra identidad como hijos?
¿Nuestro lugar en el Reino de Dios?
No olvides quién eres.
Tómate un momento. Respira. Reflexiona.
¿Qué mentiras has creído acerca de Dios?
¿Qué mentiras has creído acerca de ti mismo?
Mi oración es que el Espíritu Santo empiece a traer esas mentiras a la luz y las confronte con la verdad de Jesús.